Un día juegas con tus amigos, ríes y eres feliz.
Después, de improviso, él,
el sufrimiento, la enfermedad.
Sin siquiera darte cuenta, eres catapultado
en un mundo que no te parece el tuyo.
Todo parece imposible,
crees que estas cosas sólo pasan en las películas.
Finalmente vuelves a casa: el Señor es grande, qué alegría.
Crees que te has curado,
pero poco después te encuentras de nuevo sufriendo.
No puedes creerlo. Crees que todo se te está viniendo encima.
Sin esperarlo, en una tarde que habrías definido como normal,
que habrías malgastado como de costumbre en entristecerte,
encuentras un humilde sacerdote, sencillo pero sabio.
Con su ayuda te vuelves a Dios,
encuentras la alegría, la esperanza.
Vuelves a casa, entre familiares y amigos,
y todo va estupendo, siempre mejor.
Los médicos no se explican las mejoras,
pero tú lo sabes, y ríes…
Querrías gritar al mundo que harías de todo por tu Salvador,
que estás listo para sufrir por la salvación de las almas, a morir por Él.
Tendrás el modo de demostrarle tu amor…
Matteo Farina